jueves, 25 de diciembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Día de Navidad

                                             

El día de Navidad comenzó a nevar como a eso del medio día. El cielo se puso de un color bellísimo. Sereno, placentero. La naturaleza se echó; todo estaba en calma. El campo en silencio, los árboles quietos – los árboles siempre están quietos – pero aquella tarde no había ni una pizca de brisa que moviese las ramas.

Él estaba acostumbrado a aquellas sensaciones. Cada mañana, cuando salía de casa, el campo tenía una capa de escarcha blanca que, a medida que entraba el día el sol derretía y lo ponía todo brillante. La bruma, o mejor un vaho tenue se elevaba, lento, como con peso hacia las alturas.

Cuando regresaba de la ciudad, al caer la tarde, el campo ya se preparaba para pasar la noche. Unos patos nadaban bajo el puente de madera por el que salvaba el riachuelo, que en invierno tenía las orillas heladas durante casi todo el día. Por entre la yerba picoteban unas cuantas avefrías. Seguirá el tiempo duro, pensó para sus interiores.

En el cobertizo estaban las bestias. Desprendían un vaho caliente y reconfortante. Él abría la puerta de la casa. Mecánicamente alargaba la mano hasta el interruptor de la luz. No hacía falta mirar. Tenía controlados todos los movimientos mecánicos.

Después dejaba la bolsa con el pan y algunas compras sobre el poyo de la cocina. Tomaba las decisiones propias de quien está todo el día fuera. Abría la nevera, comprobaba qué podría preparar para la cena y arrimaba los troncos a la chimenea. Encendía el fuego.

Pero aquel día de Navidad todo era especial. Por la mañana se vistió con ropa nueva. Se ronroneó en el sofá y, desde la televisión le hablaron de las opiniones que había suscitado el discurso del Rey la noche anterior y de cómo el Papa tocaba las conciencias de la gente.


Tomó del anaquel un libro: “De animales a dioses” de Yuval Noah Harari. Leyó un rato. Pensó que alguien, no sabía dónde, le había dicho en una ocasión: “A los hombres de mentira, le quedan grandes la mujeres de verdad”. Nada fue cómo se cuenta en este relato pero pudo haberlo sido. 

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