viernes, 28 de noviembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La calle

                                                

La calle es larga y empinada; un poco en curva. La calle tiene bancos de hormigón prefabricados solo en uno de los lados. Han sembrado árboles asimétricos – naranjos y cocoteros - y le dan cierto aire de bulevar; no es una calle cualquiera.

Tres mujeres frente a la parada de taxis esperan la llegada de algún vehículo. Están sentadas en uno de los bancos. La mujer más joven  tiene  un chaquetón que imita a cuero; es morena y fuma de manera convulsiva; da caladas profundas a un cigarro; el humo, al viento…

Un hombre con una chaqueta a cuadros entra en el bar. El hombre tiene una barba de varios días. Está desaliñado en la vestimenta; su pelo, rubio,  y sucio. El hombre calza unos zapatos negros; el pantalón es oscuro.

En el bolsillo de la chaqueta el hombre lleva, doblado en varios pliegues, un periódico. Se lee la cabecera: “El País” y algo de la noticia de portada: “Cameron quiere echar a los europeos que en seis meses no logren trabajo…”

En las mesas del bar, junto a la cristalera, un niño pequeño toma un batido; en otra, dos matrimonios apuran sus consumiciones. Son cuatro y no hablan entre ellos. La chica que atiende, vuelta de espaldas caminaba hacia el apartado del mostrador que usan los camareros…
Un grupo de niños incordian con una bicicleta. Hacen piruetas; se persiguen, se esquivan. Han tomado por suya la explanada que tiene un mirador espléndido y que mira al campo. Varios jubilados protestan. Los niños son un peligro…


 La frutería tiene mercancía fresca. Entra por los ojos. Jesús las trajo muy temprano. Clientas en la carnicería; Félix fuma en la puerta; Paco, en su tienda de decoración ofrece mucha calidad, demasiada calidad, para pueblo. Vienen de la panadería – porque en la calle hay una panadería – varias mujeres con bolsas. Hablan, se cuentan, se dicen que tienen prisas; por las apariencias…

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