martes, 18 de noviembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora: Zamudio

                                              

Era de estatura media; ni alto ni bajo. Enjuto; la nariz sobresalía en su rostro. Ojos negros. De mirada penetrante y aguda. Tenía el olfato clínico de los médicos excepcionales que estaban en la medicina por vocación. Con su sola presencia el enfermo ya había recorrido el ochenta por ciento, o más, del camino de la recuperación.

Médico por Granada, ejerció en su pueblo, en Álora. Los dichosos Rayos X y la poca – casi ninguna- precaución fueron el detonante de apartarlo… Los enfermos perdieron un pilar básico. El Ayuntamiento, en Pleno, le reconoció, cuando aún vivía, la labor: “Hijo predilecto”, una placa en la fachada de su casa…; el pueblo lo guarda en el lugar de privilegio en su corazón y que solo se le da a las personas que se quieren mucho.

Me honró con su cariño y su amistad. Me contó muchas cosas: de la vocación, de la profesionalidad, de las cosas raras que pasan en el ejercicio, en el día a día. Fíjate. “Una noche – decía- caía el agua a cántaros. Iban las calles llenas. Casi de madrugada llaman a la puerta. Golpes secos, continuados. Eran golpes de alguien traído de la mano de la desesperación” Era…

 “Don Paco, - continuó el relato - mi niño se muere. Tiene mucha calentura. No le baja con nada, mi mujer le pone paños de agua fría, le hemos dado pastillas… Tenía dos bestias aparejadas en la puerta. Había mucho barro en los caminos. Cuando llegamos a la casa, el chiquillo, daba brincos en la cama, casi convulsiones…” Lo reconoce…

-          “Tráeme una palangana, agua y una toalla limpia.”

Con el bisturí rasgó, saltó el pus acumulado en  el pulpete de la mano izquierda. Una espina de palmera clavada hacía unos días… Al rato el niño, extraído todo el pus, dormía placenteramente. Con las claras del día volvían al pueblo.

-          “Ese hombre, me decía, me estuvo agradecido toda la vida porque yo había salvado a su niño”.
 Cuando el tifus de tu padre, yo solo tenía pastillas de optalidón. ¡Fijate para un tifus pastillas de optalidón!  Sabía que se me iba… y yo no podía hacer nada…, por si fuera poco, era mi amigo…


-          “Pepe, estas son las dos caras de la medicina…”

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