jueves, 28 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Sueños

                                               

Por mor de la calor o porque las noches son cortas, y uno se va a la cama a horas que, en invierno, ya estaría acurrucado entre sábanas y bajo la manta, o porque ¡vaya usted a saber!, en verano se duerme poco, muy poco. Es el sueño fisiológico. Necesario, preciso… No me refiero a ese sueño.

Escribió Shakespeare de fantasía, amor, magia… Protagonistas Teseo e Hipólita. Lo llamó: “Sueño de una noche de verano”. Mendelssohn, muchos años después, le puso música. Se escuchó por los teatros de media Europa. Tampoco son esos.

No es el canto a la libertad de  “La vida es sueño”. España se debatía, entonces, entre la miseria humana de gobernantes indignos, hampa, guerras y mucha hambre. “Y los sueños, sueños son…” concluía, por boca de Segismundo, Calderón en su decepción. No son esos, no.

Soñamos cuando dormimos. Dicen los sicoanalistas que están  en el subconsciente. Incontrolados; son en blanco y negro. No mandamos en ellos. Pueden ayudar, eso sí,  a entender algunas cosas, pero poco más.

Los sueños, los otros, impulsan la vida desde el  interior y, a veces, vienen cuando “me he tumbado a mirar el sol mientas se ponía…” Marcan la ilusión. Pasan muchas horas; entornados los ojos vemos  realidades etéreas, inexistentes para los ojos de los demás, pero vivas en nosotros.

Soñamos despiertos. ¿Qué sueños encierra, esperando el desguace del tiempo, el barco encallado allí, en el horizonte, entre el mar y el cielo? Pasan los trenes que van a alguna parte; son otros los viajeros. El vuelo de los pájaros anuncia  que viene la noche; buscan un refugio seguro. Sueños…


Sueños en la libertad no condiciona por nada ni nadie. La realidad es otra. Mi amiga Marilina ha colgado la foto de una rosa preciosa. Le ha puesto una leyenda: “no dejes de soñar”. Estoy en ello. Como el poeta me pregunto: “en donde quedaron todos mis sueños / en que parte de mi vida se perdieron…”

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