sábado, 23 de agosto de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Itálica

                                                

Tan temprano que aún las puertas – metálicas, por cierto – de Itálica estaban cerradas. El miedo a ese calor de agosto en Sevilla y todo lo que conlleva me hizo madrugar. Cuando abrieron los saltadores de agua ponían fresco sobre el césped, sobre los caminos que transitan entre las ruinas, sobre las yedras recortadas.

“Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora
campos de soledad, mustio collado,
fueron un tiempo Itálica famosa”

De Trajano y Adriano a hoy, mucho tiempo. Anterior a los dos emperadores bastante más. Dicen que sobre doscientos años antes de Cristo ‘convivieron’ por el cerro con otros que habitaban una  ciudad turdetana, cerca del Guadalquivir y en tierra fértil, muy fértil.
“Aquí de Cipión la vencedora
colonia fue; por tierra derribado…”
 
Por mor de aquel pronunciamiento en el Senado Romano: “Cartago delenda est” (o sea, Cartado debe ser borrada del mapa, más o menos) Escipión se las andaba por la segunda guerra púnica y no lejos está Ilipa (Alcalá del Río) y victoria sobre los cartagineses y esas cosas.

“…yace el temido honor de la espantosa
muralla, y lastimosa
reliquia es solamente
de su invencible gente”

Hoy, Itálica es un conjunto de ruinas bien conservadas. Un contrasentido, pero no lo es. Tras los expolios de siglos: piedra barata y buena; Itálica ha sobrevivido a otros tiempos y se ofrece como recuerdos (¡qué maravillas de mosaicos!) para los que venimos después.

“Sólo quedan memorias funerales
donde erraron ya sombras de alto ejemplo
este llano fue plaza, allí fue templo;
de todo apenas quedan las señales”.
 
Llegan autobuses con viajeros de rasgos orientales; otros vestidos de manera rara, extravagante, casi con mal gusto. Me pregunto si para ir a visitar algún monumento debe uno vestirse así. Casi todos llevan una máquina digital.
 
Corretean dos niños rubios delante del grupo; un guía habla en inglés pero como Trajano y Adriano no tienen traducción… Los extranjeros –algunos españoles puede que tampoco – no conoce la Oda de Rodrigo Caro. Me quedo con el final:
 
“Goza en las tuyas sus reliquias bellas

para envidia del mundo y sus estrellas”.

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