jueves, 13 de febrero de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Cristo de la Expiración

                                   

Tiene el Cristo – el Cristo de la Expiración – los ojos vidriados y la mirada perdida entre los tonos azules, morados, violetas… con que se viste la tarde del Viernes Santo en que, dicen, que murió en un monte lejano que llamaban Gólgota.

 ¿A dónde mira el Cristo de la Expiración el que se venera en San Pedro?  San Pedro era parroquia de barrio pobre y marinero; era perchel, o sea barrio de gente bravía que se fajaba con las olas cuando venían crecidas. Barrio con sabor a brea y a sal de la mar. A rebalaje y a noches con aire de Levante.

Málaga se preguntaba cómo sería la imagen del Cristo que le había encargado a Benlliure. Un agnóstico con una gubia en la mano y un proyecto de un Cristo que ya está más allá, que más acá… Y, cuando apareció, la gente se quedó sin resuello.

Como se queda sin resuello, cada noche de Miércoles Santo cuando, el Cristo de la Expiración, se echa a la calle, entre la Guardia Civil –el Escuadrón abre paso- y un río de gente con sequedad en la garganta: ¡Dios mío!

Ante este Cristo, tu Cristo, Paco Rengel, nos vamos a reunir esta tarde. Dicen que vamos a pedirle por ti. Me planteo ¿y si te pedimos a ti que seas tú  quien pidas a Él por nosotros? La última vez que estuve en San Pedro, fue contigo. Presentabas no sé qué cartel y a ti te hizo la introducción el Hermano…

Bueno, da igual. Tu – no podía ser de otra manera – nos dijiste que el Hermano Beltrán os había llevado al baloncesto y al Cristo de la Expiración a un puñado de mozalbetes que empezábais a comeros el mundo.


Esta tarde cuando ya el cielo de Malaga no será ni violeta, ni morado, ni azul… estará teñido de amistad. Por tu amistad, Paco. Hace un año y unos días que abriste camino y sigues tan vivo, tan en nosotros, que ya te digo, no sé si le rezaremos al Cristo o nos tendrás tú, que echar, una vez más, una mano a nosotros.

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