sábado, 28 de diciembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Amigos

                                           

Vuelven en fechas concretas. Viven fuera. Unos más lejos que otros… Todos - casi todos - regresan al pueblo en fechas determinadas. Por los Santos; otros, en Navidad y algunos, en la mañana del Viernes Santo. O sea, en la “Despedía”.

Nos hemos visto, en estos días de Pascua, como se suele hacer. A media mañana con mucho de reseca y bastante de añoranza. Un ‘machaco’, café con tejeringos, un ‘carbonell’ con chorizo en El Madrugón, pitufillo en Candelaria…, y claro, viene lo que tiene que venir.

 ¡Qué gran invento eso de los móviles! Oye, que no me esperes - y tu mujer que lo comprende todo - para almorzar que me he encontrado… No te deja terminar. ¡Que sea leve!  Y, naturalmente no es leve. Y, esos días, el reloj corre más de prisa. ¡Puñetero reloj! Y se habla de lo divino y de lo humano…

Y ¿te acuerdas? Y aparece la ensarta, a modo de retahíla, de aquella escuela inmunda en la Plaza Baja y de los dictados de don José Oropesa: “Resonaba en el fondo de la galería un piano destemplado que parecía balbucear de mala gana…”

Un día, don José - el mejor Maestro de nuestras vidas - se percató de que nos lo sabíamos de memoria y nos lo cambió: “Ahí hay un hombre que dice ¡ay!...”Caímos todos, como vulgares gorriones soperos, que es lo que éramos. 

¿Te acuerdas? El primer cigarro en la Cancula con palillos de enredadera, y el día que rodaban una película en la estación, de lo fino que era Parrita, en el regate con el primer balón de reglamento, y de las cucañas en la calle Cantarranas…


Y recordamos a los que no están: A Diego Mamely - era buenísimo para las Matemáticas - y a Miguel Antonio Bootello que ya jugaba al ajedrez y, a Andrés y a Paquito – que se quedaba dormido – y a… Y yo, a solas, me acuerdo de Juan Ramón: “Se morirán aquellos que me amaron / y el pueblo se hará nuevo cada año…” Eso.

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