lunes, 23 de diciembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La cumbre

                                          


He subido  al Hacho en día de aire y cielo azul. Arriba todo es inmenso; a sus pies, abajo, el río busca la mar… Un poco más allá, casi en el límite verde de las huertas, rastrojos secos. Entre la huertas un puñado de casitas blancas, tiradas a voleo, como quien siembra, en sementera temprana, y nacen, un año seco como éste, bienvenidos.

Lejos, muy lejos, el mar. No se ve; se intuye entre la bruma. Los fenicios hicieron de este mar una calle amplia para sus naves que iban y venían; por él Grecia nos mandó la filosofía, o sea el amor al saber; Roma, el Derecho. De Judea, vino el cristianismo.

 Este mar, leía el otro día, tiene un solo punto de unión. ¿Uno sólo?  Me quede desconcertado. ¿Fenicia? ¿Grecia? ¿Roma? No: Abraham. Del padre Abraham nace Ismael y, de ahí el mundo islámico; del padre Abraham viene, también, Isaac, y de ahí del mundo judío. Abraham padre de los creyentes. De las estrellas que se multiplican en la noche y, de ahí, el mundo cristiano.

La noche mágica de la Nochebuena marca un punto en muchos hogares de occidente. Se han adornado las calles –algunas, Málaga por ejemplo con huelga en la recogida de basura, incluidas -, a los salones de las casas han llegado abetos de plástico y bombillitas de China. Se infunde un espíritu donde hay que ser feliz por decreto, comer por decreto, hacer llamadas telefónicas por decreto…. “Ande, ande, ande la Marimorena…”

No está la cumbre en silencio. Azota los oídos el viento y hace que tenga un zumbido constante, monocorde, racheado. Pasan aviones: enfilan pista. Casi se toca el aeropuerto. Van en línea recta. Descenso programado para terminar, tangenciales, en la tierra, que no es la ‘prometida’; es otra tierra.


Decía don Miguel de Unamuno que en las montañas él se sentía a gusto con las cumbres de su alma, y pensaba en las llanuras de su espíritu. Concluía don Miguel afirmando que allí, en la cumbre: “el sol nos ilumina los más escondidos repliegues del corazón”. Y si lo dice don Miguel…

No hay comentarios:

Publicar un comentario