viernes, 20 de septiembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Doble

Frasquito ‘Bigote’ – Francisco Cid – era bajito y rehechete. Tenía más de Sancho que de Quijote y en su quehacer diario nunca tuvo un mal gesto. Como en los verso de don Antonio Machado, fue parte de ese ejército de gente buena que no conoce “la prisa ni en los días de fiesta”.

Entró Frasquito a trabajar en la RENFE cuando dejó de ser componente de los Ferrocarriles Andaluces. De oficio: fogonero. Atizaba la caldera con carbón mineral. El agua debía tener la temperatura idónea para que el vapor hiciese lo que tenía que hacer…Ya se sabe.

Progresó Frasquito y ascendió a maquinista. Primero se las anduvo en la línea, Manzanares-Puertollano. ‘He andado muchos caminos’, podría haber dicho como don Antonio, pero Frasquito no conocía al poeta. Sí conocía bien donde quiera que había una banda de perdigones. Frasquito, paraba el mercancías y, tras la carrera… al seno todos los que eran menos espabilados.

Vino después a reforzar, con ‘la doble’ las subidas de mercancías. Cargaban los trenes en esas horas de la tarde que van del almuerzo a la merienda, bultos y pañiles de productos de la huerta en Cártama. Venían de Alhaurín, la Alquería, Doñana, Coín, Monda… El tren maniobraba para acercar los vagones al muelle y entre tanto le daba pasos a los correos - porque había dos correos que venían uno de Madrid; el otro de Sevilla - que se sabía cuando habían salido pero nunca cuando llegaban.

La siguiente parada en Álora y, ahí, se le enganchaba ‘la doble’ en cola que empujaba porque había que subir la Cuesta del Cajero, traspasar la cordillera y alcanzar las llanuras intrabéticas. Probablemente Frasquito tampoco sabría mucho de geografía ni de pendientes de nivel pero sí donde había la mejor higueras de ‘pedreses’ en sazón, las mejores ‘cajeles’ o las granadas a punto de reventar de pura madurez.  Se repetía la operación.


Frasquito, cuando llegaba a Bobadilla tenía que entregar, al factor de circulación, el parte de las posibles incidencias que, imponderablemente, siempre surgían en el trayecto. Un día batió el récord: “Lleguemos tarde, - se justificaba - por un fuerte pataleteo de la máquina en los sifones del Tomatero y la máquina hacía: fun, fun, fun…” Genial, Frasquito, genial.

2 comentarios:

  1. Que simpática historia... y Frasquito se entendía y a su forma se daba a entender.
    Entrañable José este recuerdo.

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  2. Hasta en lo sencillo, ¡las gente del pueblo que grande son!.

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