viernes, 13 de septiembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Granadas

¡Oh luz de Dios!. Mecidas por la brisa en lo alto del granado, la única fruta coronada, espera los últimos días de septiembre para reventar en granos de pulpa dulces de almíbar y sensualidad. Hechizo arrancado del jardín del edén…

Dicen los que saben que la granada es muy rica en hierro, que la trajeron los moros de tierras lejanas y que en nuestra tierra - su cultivo -  ha pasado por momentos de esplendor, alternando con otros donde a su valor no se le tuvo un aprecio especial. Naturalmente, éstos nunca patearon la tierra de Eche, Amoradí o Albatera.

Se criaban lo granados junto a los cauces de aguas que llevaban las acequias para regar el campo. En primavera, pasado el esperpento desnudo del invierno, una mañana se ponían el ropaje de hojillas nuevas, y luego una flor diminuta con pétalos rojos y el dentelleo de la corona y, después fruto escondido que espera su tiempo.

La luna del verano le dio misterio de nocturnidad. Parece que el granado es confidente de amantes, árbol de guardar secretos, de espera en silencio y, cuando llega su tiempo da lo mejor de sí. Y entonces, se rompe en granos rubíes. Y es sensualidad, poesía, encanto, como el amor que al igual espera…


Al final del verano, los granados vestidos, encierran aún una sorpresa. Vendrá una tarde de lluvia de otoño. Entonces, se habrán vestido de oro viejo y, lentamente, de manera callada, dejarán alfombrado el suelo. ¡Oh, luz de Dios!

3 comentarios:

  1. Fruta de granos jugosos, de paladar agradable, solo hay un pequeño problemilla que si no se atoran lo disfruta, hay si por aquel ocurre, la memoria de los granos, su corona y su tronco no lo olvida e unos días.
    Lo mas maravilloso es que como lo expone a uno le entra ganas de partirla cono las manos y turnándose de izqda.-drcha y drcha-izqda saciar el deseo aunque algunas gotas caigan a la camisa.

    ResponderEliminar
  2. Precioso requiebro a esa fruta que a la cual defienden largas púas. Corona si, es presumida y no me extraña se le suban mas aún los humos con la loa que le has hecho. ¡¡ BRILLANTE !!, amigo José, ¡¡ brillante !!.

    ResponderEliminar
  3. Los granados – tan elogiados hoy por sus cualidades – fueron en mi infancia linde de finca, pues allí se les plantaba, no sé bien si con la aviesa intención de separar y no ver al vecino. Aún siento dentera de pensar en los “concursos infantiles” para ver quien era capaz de comer más de las de “diente perro”, tan fuertes que te dejaban las manos amarillas, el estómago estragado y los dientes - por el repelús - de a metro para todo el día... Cuando esto escribo, aún me ocurre, Pepe.

    ResponderEliminar